miércoles, 14 de julio de 2010

La Suave Patria

PROEMIO
Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo
para cortar a la epopeya un gajo.
Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan
que remaba la Mancha con fusiles.
Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.
PRIMER ACTO
Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.
Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.
Patria: tu mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio.
Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.
Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.
¿Quién, en la noche que asusta a la rana,
no miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los juegos de artificio?
Suave Patria: en tu tórrido festín
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.
Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos se vacía
el santo olor de la panadería.
Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera
suave Patria, alacena y pajarera.
Al triste y al feliz dices que sí,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.
¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena
de deleites frenéticos nos llena!
Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,
incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios, sobre las tierras labrantías.
Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas,
oigo lo que se fue, lo que aún no toco
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de mi vida.
INTERMEDIO
(Cuauhtémoc)
Joven abuelo: escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.
Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de cenizas de tus plantas.
No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio;
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente de moneda.
Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera , al azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.
SEGUNDO ACTO
Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de tu mujerío.
Tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.
Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.
Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti, mientras una mejicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagros, como la lotería.
Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.
Te dará, frente al hambre y al obús,
un higo San Felipe de Jesús.
Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.
Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.
Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja,
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.
Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.
Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.
Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el AVE
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
la carretera alegórica de paja.
24
abril
1921
Ramón López Velarde


México, Creo En Ti

Por Ricardo López Méndez

México, creo en ti,
Como en el vértice de un juramento.
Tú hueles a tragedia, tierra mía,
Y sin embargo, ríes demasiado,
A caso porque sabes que la risa
Es la envoltura de un dolor callado.

México, creo en ti,
Sin que te represente en una forma
Porque te llevo dentro, sin que sepa
Lo que tú eres en mí; pero presiento
Que mucho te pareces a mi alma
Que sé que existe pero no la veo.

México, creo en ti,
En el vuelo sutil de tus canciones
Que nacen porque sí, en la plegaria
Que yo aprendí para llamarte Patria,
Algo que es mío en mí como tu sombra
Que se tiende con vida sobre el mapa.

México, creo en ti,
En forma tal, que tienes de mi amada
La promesa y el beso que son míos.
Sin que sepa por qué se me entregaron;
No sé si por ser bueno o por ser malo,
O porque del perdón nazca el milagro.

México, creo en ti,
Sin preocuparme el oro de tu entraña;
Es bastante la vida de tu barro
Que refresca lo claro de las aguas,
En el jarro que llora por los poros,
La opresión de la carne de tu raza.

México, creo en ti,
Porque creyendo te me vuelves ansia
Y castidad y celo y esperanza.
Si yo conozco el cielo es por tu cielo,
Si conozco el dolor es por tus lágrimas
Que están en mí aprendiendo a ser lloradas.

México, creo en ti,
En tus cosechas de milagrería
Que sólo son deseo en las palabras.
Te contagias de auroras que te cantas.
¡Y todo el bosque se te vuelve carne!
¡Y todo el hombre se te vuelve selva!

México, creo en ti,
Porque escribes tu nombre con la X
Que algo tiene de cruz y de calvario:
Porque el águila brava de tu escudo
Se divierte jugando a los “volados:
Con la vida y, a veces, con la muerte.

México, creo en ti,
Como creo en los clavos que te sangran:
En las espinas que hay en tu corona,
Y en el mar que te aprieta la cintura
Para que tomes en la forma humana
Hechura de sirena en las espumas.

México, creo en ti,
Porque si no creyera que eres mío
El propio corazón me lo gritara,
Y te arrebataría con mis brazos
A todo intento de volverte ajeno,
¡Sintiendo que a mí mismo me salvaba!

México, creo en ti,
Porque eres el alto de mi marcha
Y el punto de partida de mi impulso
¡Mi credo, Patria, tiene que ser tuyo,
Como la voz que salva
Y como el ancla...!


La Dorotea (Fragmento)

Lope de Vega


A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
No sé qué tiene el aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos.
Ni estoy bien ni mal conmigo,
mas dice el entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan
fácilemente me defiendo,
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.
Él dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento,
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.
La diferencia conozco
porque en él y en mí contemplo
su locura en su arrogancia,
mi humildad en mi desprecio.
O sabe naturaleza
más que supo en este tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.
"Sólo sé no sé nada",
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.
No me precio de entendido,
de desdichado me precio,
que los que no son dichosos
¿cómo pueden ser discretos?
No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.
Señales son del juicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más,
otros por carta de menos.
Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres,
que desde entonces no ha vuelto.
En dos edades vivimos
los propios y los ajenos;
la de plata los extaños
y la de cobre los nuestros.
¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?
Todos andan bien vestidos,
y quéjandose de los precios,
de medio arriba, romanos;
de medio abajo, romeros.
Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
en el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento,
y algunos, inobedientes
a la verguenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efetos.
Virtud y filosofía
peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.
Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento:
la mejor vida, el favor;
la mejor sangre, el dinero.
Oigo tañer las campanas
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.
Mirando estoy los sepulcros,
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.
¡Oh, bien haya quien los hizo,
porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños!
Fea pintan a la envidia,
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.
Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir
piden prestado el tintero.
Sin ser pobres ni ricos
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones, ni pleitos;
ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, firmaron
parabién ni pascua dieron.
Con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.

(1632)


martes, 13 de julio de 2010

La Estación

Cuando leí este ensayo de Robert J. Hastings —ensayista y poeta estadounidense— me  encantó; lo recorté del periódico de donde lo leí, lo guardé por años; al no encontrar su versión en español en el Internet; se me ocurrió traducirlo. Creo que a mí, como a muchos compañeros de mi generación —baby boomers— nos ha servido mucho.

En algún lugar de nuestro subconsciente, creo que todos, tenemos un lugar donde idealizamos todo. Nos vemos paseando, viajando por tren a lo largo, de un largo viaje, alrededor del continente. Tomamos, tranquilamente, admirando el paisaje que corre por nuestra ventana. Viendo los carros veloces que corren por las carreteras; a niños diciendo adiós al paso de algún pueblito; al ganado comiendo a la orilla de un cerrito; y humo que sale de alguna planta eléctrica. Vemos hileras y más hileras de milpas de maíz en los valles. Vemos a lo lejos montañas y praderas, desiertos, limite de ciudades y aldeas.

Pero lo más importante dentro de nuestra mente, es el destino final: En alguna hora de algún día llegaremos a la estación. Tocarán bandas y la tambora...¡Nos saludarán con banderas! Ya que lleguemos muchos sueños maravillosos se harán realidad y los pedazos de nuestra vida cuadrarán, como haber terminado el mejor de nuestro rompecabezas. Qué incansable contamos las millas, maldiciendo las horas perdidas, esperando, esperando, esperando, la estación.

"Cuando llegue a la estación, ya la hice." Decimos, "cuando cumpla 18." "Cuando compre mi carro nuevo.""Cuando salga de la escuela.""Cuando encuentre un trabajo mejor." "Cuando me suban el sueldo." "Cuando cumpla la antiguedad en el seguro... Entonces seré feliz para siempre y por siempre."

Tarde o temprano nos tenemos que dar cuenta que no hay tal estación. Ningún destino a donde llegar de una vez y por siempre. La verdadera alegría de la vida es el viaje. La estación es sólo un sueño, que constantemente nos gana en el horizonte, como el arcoíris.

Vivir el momento es un buen lema, sobretodo si lo juntamos con el salmo 118:24: Este es el día que hizo el Señor, día en el que me alegro y regocijo.

No es la carga del hoy lo que vuelve a muchos hombres infelices. Es le resentimineto del ayer y el miedo del mañana. Resentimiento y miedo son ladrones gemelos que nos roban del hoy.
Por eso, deja de contar las millas. Mejor, sube más montañas. Come más helados. Anda descalzo más frecuente, nada en más ríos, contempla más puestas de sol, ríe más, llora menos, la vida debe ser vivida mientras vamos. La estación llegará suficientemente pronto.

Versión original en inglés.

THE STATION by Robert J. Hastings

Tucked away in our subconscious mind is an idyllic vision. We see our selves on a long trip that spans the continent. We are traveling by train. Out the windows we drink in the passing scene of cars on near by highways, of children waving at a crossing, of cattle grazing on a distant hillside, of smoke pouring from a power plant of row upon row of corn and wheat of flatlands and valleys, of mountains and rolling hillsides of city skylines and village halls.

But uppermost in our minds is the final destination. On a certain day at a certain hour we will pull into the station. Bands will be playing and flags waving. Once we get there so many wonderful dreams will come true and the pieces of our lives will fit together like a complete jigsaw puzzle. How restlessly we pace the aisles, damning the minutes for loitering-waiting, waiting, waiting for the station.
                                                                                                                               
"When we reach the station, that will be it !" We cry. "When I'm 18" "When I buy my new Mercedes Benz !" "When I put the last kid thru college." When I have paid off the mortgage." "When I get a promotion." "When I reach the age of retirement, I shall live haply ever after." Sooner or later we must realize there is no station, no one place to arrive at once and for all. The true joy of life is the trip. The station is only a dream. It constantly outdistances us.

"Relish the moment" is a good motto specially when coupled with psalm 118:24 "This is the day which the Lord has made; we will rejoice and be glad in it." It isn't the burdens of today that drive men mad.It is the regrets of over yesterday and the fear of tomorrow. Regret and fear are twin thieves who rob us of today.

So stop pacing the aisles and counting the miles. Instead, climb more mountains, eat more ice cream, go barefoot more often, swim more rivers, watch more sunsets, laugh more, cry less. Life must be lived as we go along. The station will come soon enough.

lunes, 12 de julio de 2010

Poetas Andaluces


Rafael Alberti

¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?
¿qué miran los poetas andaluces de ahora?
¿qué sienten los poetas andaluces de ahora?

Cantan con voz de hombre
pero, ¿dónde los hombres?
Con ojos de hombre miran
pero, ¿dónde los hombres?
Con pecho de hombre sienten
pero, ¿dónde los hombres?

Cantan, y cuando cantan parece que están solos
Miran, y cuando miran parece que están solos
Sienten, y cuando sienten parece que están solos

¿Qué cantan los poetas, poetas andaluces de ahora?
¿Qué miran los poetas, poetas andaluces de ahora?
¿Qué sienten los poetas, poetas andaluces de ahora?

Y cuando cantan, parece que están solos
Y cuando miran , parece que están solos
Y cuando sienten, parece que están solos

Y cuando cantan, parece que están solos
Y cuando miran , parece que están solos
Y cuando sienten, parece que están solos

Pero, ¿dónde los hombres?

¿Es que ya Andalucía se ha quedado sin nadie?
¿Es que acaso en los montes andaluces no hay nadie?
¿que en los campos y mares andaluces no hay nadie?

¿No habrá ya quien responda a la voz del poeta,
quien mire al corazón sin muro del poeta?
Tantas cosas han muerto, que no hay más que el poeta

Cantad alto , oireis que oyen otros oidos
Mirad alto, vereis que miran otros ojos
Latid alto, sabreis que palpita otra sangre

No es más hondo el poeta en su oscuro subsuelo encerrado
Su canto asciende a más profundo, cuando abierto en el aire
ya es de todos los hombres

Y ya tu canto es de todos los hombres
Y ya tu canto es de todos los hombres

Y ya tu canto es de todos los hombres
Y ya tu canto es de todos los hombres

Interpreta: Aguaviva


viernes, 9 de julio de 2010

Canción del Jinete

Federico García Lorca



En la luna negra

de los bandoleros,

cantan las espuelas.


Caballito negro.

¿Dónde llevas tu jinete muerto?


...Las duras espuelas

del bandido inmóvil

que perdió las riendas.


Caballito frío.

¡Qué perfume de flor de cuchillo!


En la luna negra,

sangraba el costado

de Sierra Morena.


Caballito negro.

¿Dónde llevas tu jinete muerto?


La noche espolea

sus negros ijares

clavándose estrellas.


Caballito frío.

¡Qué perfume de flor de cuchillo!


En la luna negra,

¡un grito! y el cuerno

largo de la hoguera.


Caballito negro.

¿Dónde llevas tu jinete muerto?


Fábula de las Virtudes

de Targenieff

Una vez, Dios dió una fiesta a todas las virtudes, grandes y pequeñas, heroicas y humildes. Se reunieron todas en una gran sala del cielo. Y las invitadas disfrutaron muchisímo entre ellas, ya que todas eran muy conocidas la una de la otra. Y algunas incluso íntimamente aparentadas.

La conversación entre las virtudes era interesante y Dios estaba muy complacido.

De repente, Dios percibió dos buenas virtudes que parecían no conocerse la una de la otra y se encontraban un tanto incomodas en la mutua compañía.

Por lo tanto, Dios tomó una de esas bellas virtudes y llevándola hacia la otra, hizo una formal presentación:

"Benevolencia, esta es la Gratitud."

Y las dos hermosas virtudes quedaron grandemente sorprendidas, porque jamás en sus vidas se habían encontrado antes, frente a frente.

Párvulos


de Catulo Mendes

En la extendida playa
Donde el mar ruje
O sin fragor desmaya,
Explicaba el Señor sus mandamientos
De su voz dulce a los templados sones
Refrenaban sus ímpetus los vientos
Y sus iras los duros corazones
Derramaba a los buenos la alegría,
La esperanza al infame
-"Quien con sencillo corazón decía,
Y con cariño verdadero me ame,
A mi padre verá, que esta en el cielo,
Y a mi con El, en la suprema cumbre."
Y con humilde celo
Le escuchaba la tosca muchedumbre.
Allá, en la última fila
De aquella multitud muda y tranquila
Una mujer llevaba a su diestra
A un niño pequeñuelo.
A escuchar se detuvo. De siniestra
Prematura vejes pálida muestra
Era su rostro humilde y demacrado
Espigadora, del trabajo esclava,
Sus hombros abrumaba
De paja, no de trigo, un haz pesado,
Y su materno seno
Se levantaba, de suspiros lleno.
El niño rubio, sonrosado, hermoso,
Cubierto apenas con groseros trapos
Se sonreía sin cesar, gozoso.
-¨¿Mamá, allá quién habla? -Es un profeta
-Es Un Santo Verdadero,
-Que la Divina Ley nos interpreta
-Quiero verlo más cerquita, madre mía!
Y se desliza entre la turba ansioso,
Y empuja bien para que el paso le abra;
Quiere oír al Maestro bondadoso
De la dulce palabra
Mas no se mueve el popular concurso,
Y viendo que es inútil su porfía,
Exclama al fin como último recurso:
-Levántame en tus brazos madre mía
-¡Floja y rendida estoy ­misera suerte!
No puedo sostenerte.
Del niño entonces de sus turbios ojos,
Dos la grimas anuncian los enojos
...Jesús que lo ve rompe el gentío,
Y le dice risueño,"Aqui me tienes."

Cultivo Una Rosa Blanca


Cultivo una rosa blanca,
En Junio como en Enero
Para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo,
Cultivo una rosa blanca.

José Martí

jueves, 8 de julio de 2010

Madre, no me digas


de Baldomero Fernández (1886-1950)

Madre, no me digas:
"Hijo, quédate...,
cena con nosotros
y duerme después...
Cuando eras pequeño
daba gusto ver
tu cara redonda,
tu rosada tez...
Yo a Dios le rogaba
una y otra vez:
que nunca se enferme
que viva años cien;
robusto, rosado,
gallardo doncel
le vean mis ojos
allá en la vejez.
Que no tenga ese aire
de los hombres que
se pasan la noche
de café en café...
Dios me ha castigado.
¡El sabrá por qué!".

Madre, no me digas:
"Hijo, quédate"... -
La calle me llama
y a la calle iré...
Yo tengo una pena
de tan mal jaez,
que ni tu ni nadie
puede comprender,
y en medio de la calle
¡me siento tan bien!
¿Qué cuál es mi pena?
¡Ni yo sé cuál es!
Pero ella me obliga
a irme, a correr,
hasta de cansancio
rendido caer...
La calle me llama
y obedeceré...
Cuando pongo en ella
los ligeros pies,
me lleno de rimas
sin saber por qué...
La calle, la calle,
¡loco cascabel!
La noche, la noche,
¡qué dulce embriaguez!
El poeta, la calle y la noche,
se quieren los tres...
La calle me llama,
la noche también...
Hasta luego, madre,
¡voy a florecer!

Vieja LLave



Esta llave cincelada
que en un tiempo fue, colgada,
(del estrado a la cancela,
de la despensa al granero)
del llavero
de la abuela,
y en continuo repicar
inundaba de rumores
los vetustos corredores;
esta llave cincelada,
si no cierra ni abre nada,
¿para qué la he de guardar?

Ya no existe el gran ropero,
la gran arca se vendió;
sólo en un baúl de cuero,
desprendida del llavero,
esta llave se quedó.

Herrumbrosa, orinecida,
como el metal de mi vida,
como el hierro de mi fe,
como mi querer de acero,
esta llave sin llavero
¡nada es ya de lo que fue!

Me parece un amuleto
sin virtud y sin respeto;
nada abre, no resuena…
¡me parece un alma en pena!

Pobre llave sin fortuna
…y sin dientes, como una
vieja boca; si en mi hogar
ya no cierras ni abres nada,
pobre llave desdentada,
¿para qué te he de guardar?

Sin embargo, tú sabías
de las glorias de otros días:
del mantón de seda fina
que nos trajo de la China
la gallarda, la ligera
española nao fiera.

Tú sabías de tibores
donde pájaros y flores
confundían sus colores;
tú, de lacas, de marfiles
y de perfumes sutiles
de otros tiempos; tu cautela
conservaba la canela,
el cacao, la vainilla,
la suave mantequilla,
los grandes quesos frescales
y la miel de los panales,
tentación del paladar;
mas si hoy, abandonada,
ya no cierras ni abres nada,
pobre llave desdentada,
¿para que te he de guardar?

Tu torcida arquitectura
es la misma del portal
de mi antigua casa obscura
(que en un día de premura
fue preciso vender mal).

Es la misma de la ufana
y luminosa ventana
donde Inés, mi prima, y yo
nos dijimos tantas cosas
en las tardes misteriosas
del buen tiempo que pasó…

Me recuerdas mi morada,
me retratas mi solar;
mas si hoy, abandonada,
ya no cierras ni abres nada,
pobre llave desdentada,
¿para que te he de guardar?

Amado Nervo, méxicano (1870-1919)

miércoles, 7 de julio de 2010

La Cabeza del Rawí


(Cuento oriental) de Ruben Dario

A Emelina.
I
¿Cuentos quieres, niña bella?
Tengo muchos que contar:
de una sirena de mar,
de un ruiseñor y una estrella,
de una cándida doncella
que robó un encantador,
de un gallardo trovador
y de una odalisca mora,
con sus perlas de Bassora
y sus chales de Lahor.
II
Cuentos dulces, cuentos bravos,
de damas y caballeros,
de cantores y guerreros,
de señores y de esclavos;
de bosques escandinavos
y alcázares de cristal;
cuentos de dicha inmortal,
divinos cuentos de amores
que reviste de colores
la fantasía oriental.
III
Dime tú: ¿de cuáles quieres?
Dicen gentes muy formales
que los cuentos orientales
les gustan a las mujeres;
así, pues, si eso prefieres
verás colmado tu afán,
pues sé un cuento musulmán
que sobre un amante versa,
y me lo ha contado un persa
que ha venido de Hispahán.
IV
Enfermo del corazón
un gran monarca de Oriente,
congregó inmediatamente
los sabios de su nación;
cada cual dio su opinión,
y sin hallar la verdad
en medio de su ansiedad,
acordaron en consejo
llamar con presura a un viejo
astrólogo de Bagdad.
V
Emprendió viaje el anciano;
llegó, miró las estrellas;
supo conocer en ellas
las cuitas del soberano;
y adivinando el arcano
como viejo sabidor,
entre el inmenso estupor
de la cortesana grey,
le dijo al monarca: —!Oh Rey!
Te estás muriendo de amor.
VI
Luego, el altivo monarca,
con órdenes imperiosas
llama a todas las hermosas
mujeres de la comarca
que su poderío abarca;
y ante el viejo de Bagdad,
escoge su voluntad
de tanta hermosura en medio,
la que deba ser remedio
que cure su enfermedad.
VII
Allí ojos negros y vivos;
bocas de morir al verlas,
con unos hilos de perlas
en rojo coral cautivos;
allí rostros expresivos;
allí como una áurea lluvia,
una cabellera rubia;
allí el ardor y la gracia,
y las siervas de Circasia
con las esclavas de Nubia.
VIII
Unas bellas, adornadas
con diademas en las frentes,
con riquísimos pendientes
y valiosas arracadas;
otras con telas preciadas
cubriendo su morbidez;
y otras, de marmórea tez,
bajas las frentes y mudas,
completamente desnudas
en toda su esplendidez.
IX
En tan preciada revista,
ve el Rey una linda persa
de ojos bellos y piel tersa,
que al verle baja la vista;
el alma del Rey conquista
con su semblante la hermosa,
y agitada y ruborosa
tiembla llena de temor
cuando el altivo Señor
le dice: —Serás mi esposa.
X
Así fue. La joven bella
de tez blanca y negros ojos,
colmó los reales antojos
y el Rey se casó con ella.
¿Feliz, dirás, tal estrella,
Emelina? No fue así:
no es feliz la Reina allí
la linda persa agraciada,
porque ella está enamorada
de Balzarad el rawí.
XI
Balzarad tiene en verdad
una guzla en la garganta,
guzla dúlcida que encanta
cuando canta Balzarad.
Vióle un día la beldad
y oyó cantar al rawí;
de sus labios de rubí
brotó un suspiro temblante...
Y Balzarad fue el amante
de la celestial hurí.
XII
Por eso es que triste se halla
siendo del monarca esposa,
y el tiempo pasa quejosa
en una interior batalla.
Del Rey la cólera estalla,
y así le dice una vez:
—Mujer llena de doblez:
di si amas a otro, falaz.—
Y entonces de ella en la faz
surgió vaga palidez.
XIII
—Sí —le dijo—, es la verdad;
de mi destino es la ley:
yo no puedo amarte, ¡Oh Rey!
porque adoro a Balzarad.—
El Rey, en la intensidad,
de su ira, entonces, calló;
mudo, la espalda volvió;
mas se vía en su mirada
del odio la llamarada,
la venganza en que pensó.
XIV
Al otro día la hermosa
de parte de él recibió
una caja que la envió
de filigrana preciosa;
abrióla presto curiosa
y lanzó, fuera de sí,
un grito; que estaba allí
entre la caja, guardada,
lívida y ensangrentada
la cabeza del rawí.
XV
En medio de su locura
y en lo horrible de su suerte,
avariciosa de muerte
ponzoñoso filtro apura.
Fue el Rey donde la hermosura,
y estaba allí la beldad
fría y siniestra, en verdad,
medio desnuda y ya muerta,
besando la horrible y yerta
cabeza de Balzarad.
XVI
El Rey se puso a pensar
en lo que la pasión es,
y poco tiempo después
el Rey se volvió a enfermar.

martes, 6 de julio de 2010

Los Cinco Burritos



Javier Villafañe, argentino.

¿Cómo se quedaron
los cinco burritos
al ver a la luna
dormida en el rio?

¿Qué haremos con ella?
¿Con qué la cubrimos?
¿Con la arena fría?
¿Con el viento frío?

¡Cosas de la luna...
dormirse en el rio!
¡Cómo la miraban
los cinco burritos !

La luna, redonda,
temblaba de frío.
Que duerma esta noche
junto con su niño.
Quien quiere la luna
debe estar dormido.

¡A dormir...
que los cinco burritos
ya están por venir!
¡A soñar...,
que la luna redonda
ya está por llegar!

Cargaron la luna
los cinco burritos
y andando despacio
cruzaron el rio.

Ya vienen bajando
por este camino.
Con la luna a cuestas
llegan los burritos.
Quien quiere la luna
debe estar dormido.

¡A dormir...,
que los cinco burritos
ya están por venir!
¡A soñar ...,
que la luna redonda
está por llegar!

¡Junto con la luna
dormira mi niño
y estarán velando
los cinco burritos!




A Margarita Debayle




















de Rubén Darío

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.

Este era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti.
Cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?"

La princesa no mentía,
y así, dijo la verdad:
"Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad."

Y el rey clama: "¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar."

Y dice ella: "No hubo intento:
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté."

Y el papá dice enojado:
"Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver."

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el buen Jesús.

Y así dice: "En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí."

Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesa está bella,
pues ya tiene el prendedor,
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento

Ya que lejos de mí vas a estar
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.
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Mi Padre
















de Juan de Dios Peza (1852–1910)

Poeta mexicano que nació y murió en la ciudad de México; grandilocuente, pleno de sensibilidad romántica. Autor de textos históricos, ensayo, biografía, memorias y narrativa. Fundó la primera Sociedad de Autores Mexicanos y perteneció a la Academia Mexicana de la Lengua. Al morir era diputado federal.

Yo tengo en el hogar un soberano,
único a quién venera el alma mía;
es su corona de cabello cano,
la honra su ley y la virtud su guía.

En lentas horas de miseria y duelo,
lleno de firme y varonil constancia,
guarda la fe con que me habló del cielo
en las horas primeras de mi infancia.

La amargura proscripción y la tristeza
en su alma abrieron incurable herida:
es un anciano y lleva en su cabeza
el polvo del camino de la vida.

Ve del mundo las fieras tempestades,
de la suerte las horas desgraciadas,
y pasa, como Cristo, el Tiberíades,
de pie sobre las olas encrespadas.

Seca su llanto, calla sus dolores,
y sólo en el deber sus ojos fijos,
recoge espinas y derrama flores
sobre la senda que trazó a sus hijos.


Me ha dicho: "A quien es bueno, la amargura
jamás en llanto sus mejillas moja:
en el mundo la flor de la ventura
al más ligero soplo se deshoja.

Haz el bien sin temer el sacrificio,
el hombre ha de luchar sereno y fuerte,
y halla quien odia la maldad y el vicio un
tálamo de rosas en la muerte.

Si eres pobre, confórmate y sé bueno;
si eres rico, protege al desgraciado,
y lo mismo en tu hogar que en el ajeno,
guarda tu honor para vivir honrado.

Ama la libertad, libre es el hombre
y su juez más severo es la conciencia;
tanto como tu honor guarda mi nombre,
pues mi nombre y tu honor forman tu herencia".

Este código augusto, en mi alma pudo
desde que lo escuché, quedar grabado;
en todas las tormentas fue mi escudo
de todas las borrascas me ha salvado.

Mi padre tiene en su mirar sereno
reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡cuánto consejo cariñoso y bueno
sorprendo en el fulgor de su mirada!

La nobleza del alma, es su nobleza;
la gloria del deber forma su gloria;
es pobre, pero encierra su pobreza
la página más grande de su historia.

Siendo el culto de mi alma su cariño,
la suerte quiso que al honrar su nombre,
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.

Quisiera el cielo que el canto que me inspira
siempre sus ojos con amor lo vean,
y de todos los versos de mi lira
éstos los dignos de su nombre sean.

El Prisionero

de Autor anónimo















Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor;
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor;
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día,
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.

Alondra


lunes, 5 de julio de 2010

El Sol de Monterrey


No cabe duda: de niño,
a mí me seguía el sol.
Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
Saltaba de patio en patio,
se revolcaba en mi alcoba.
Aun creo que algunas veces
lo espantaban con la escoba.
Y a la mañana siguiente,
ya estaba otra vez conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
(El fuego de mayo
me armó caballero:
yo era el Niño Andante,
y el sol, mi escudero.)
Todo el cielo era de añil;
toda la casa de oro.
¡Cuánto sol se me metía
por los ojos!
Mar adentro de la frente,
a donde quiera que voy,
aunque haya nubes cerradas,
¡oh cuánto me pesa el sol!
¡Oh cuánto me duele, adentro,
esa cisterna de sol
que viaja conmigo!
Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.—
Cada ventana era sol,
cada cuarto era ventanas.
Los corredores tendían
arcos de luz por la casa.
En los árboles ardían
las ascuas de las naranjas,
y la huerta en lumbre viva
se doraba.
Los pavos reales eran
parientes del sol. La garza
empezaba a llamear
a cada paso que daba.
Y a mí el sol me desvestía
para pegarse conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
Cuando salí de mi casa
con mi bastón y mi hato,
le dije a mi corazón:
—¡Ya llevas sol para rato!—
Es tesoro —y no se acaba:
no se me acaba —y lo gasto.
Traigo tanto sol adentro
que ya tanto sol me cansa.—
Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.

Alfonso Reyes, 1889-1959


Versión Cantada:



Sol de Monterrey, Arreglo para Canción Infantil: 

No cabe duda, 
de niño a mí me seguía el sol, 
andaba como perrito faldero. 

Despeinado y dulce, claro y amarillo; ese sol con sueño que sigue a los niños.
Despeinado y dulce, claro y amarillo; ese sol con sueño que sigue a los niños.


Saltaba de patio en patio, 
se revolcaba en mi alcoba; 
aun creo que algunas veces 
lo espantaban con la escoba. 

El fuego de mayo 
me armó caballero: 
yo era el Niño Andante, 
¡el sol, mi escudero!

Despeinado y dulce, claro y amarillo; ese sol con sueño que sigue a los niños.
Despeinado y dulce, claro y amarillo; ese sol con sueño que sigue a los niños. 

Todo el cielo era de añil.
Toda la casa de oro.
¡Cuanto sol se me metía 
por los ojos! 

Mar a dentro de la frente 
a donde quiera que voy; 
aunque haya nubes cerradas, 
¡oh cuanto me pesa el sol!

Despeinado y dulce, claro y amarillo; ese sol con sueño que sigue a los niños, 
Despeinado y dulce, claro y amarillo; ese sol con sueño que sigue a los niños. 

Saltaba de patio en patio, 
se revolcaba en mi alcoba; 
aun creo que algunas veces, 
lo espantaban con la escoba. 

El fuego de mayo
me armó caballero: 
yo era el Niño Andante, 
¡el sol, mi escudero! 

Despeinado y dulce, claro y amarillo; ese sol con sueño que sigue a los niños.
Despeinado y dulce, claro y amarillo; ese sol con sueño que sigue a los niños.
Despeinado y dulce, claro y amarillo; ese sol con sueño que sigue a los niños.
Despeinado y dulce, claro y amarillo; ese sol con sueño que sigue a los niños. 
Despeinado, despeinado, y dulce.



«Me acuerdo que lo pasaban -el poema- al terminar las transmisiones de canal 13, allá por los finales de los 80, no he podido encontrar ese vídeo, nunca supe quién lo declama, pero me encantó. Muchas veces me quedaba a esperar el cierre del canal solo para escucharlo. Yo tapatío, debo decir que me enamoré de ese hermoso poema, si alguno de ustedes podría ayudarme a encontrarlo o subirlo, se los agradeceré mucho!!»  Igual, recuerdo cuando esa televisora nacional terminaba su progamación así, con el poema del Sol de Monterrey; y después, el Himno Nacional. ¿Qué habrá pasado con dicho video? A ver si lo podemos localizar.

domingo, 4 de julio de 2010

Esta Luz de Sevilla

Alcazaba in Granada at sundown Pictures, Images and Photos
Soneto IV

Esta luz de Sevilla... Es el palacio
donde nací, con su rumor de fuente.
Mi padre, en su despacho. --La alta frente,
la breve mosca, y el bigote lacio--.

Mi padre, aún joven. Lee, escribe, hojea
sus libros y medita. Se levanta;
va hacia la puerta del jardín. Pasea.
a veces habla solo, a veces canta.

Sus grandes ojos de mirar inquieto
ahora vagar parecen, sin objeto
donde puedan posar, en el vacio.

Ya escapan de su ayer a su mañana;
ya miran en el tiempo, ¡padre mío!,
piadosamente mi cabeza cana.
- Antonio Machado
del ayer

Volverán las oscuras golondrinas

Gustavo Adolfo Bécquer
(1836-1870)

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala en sus cristales
jugando llamarán;
pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
Esas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez en la tarde, aún más hermosas
sus flores se abrirán;
pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
Esas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate...
¡Así no te querrán!
















La Vuelta a la Aldea















de José Rosas Moreno

Ya el sol oculta su radiosa frente;
Melancólico brilla en occidente
Su tímido esplendor;
Ya en las selvas la noche inquieta vaga
Y entre las brisas lánguido se apaga
El último cantar del ruiseñor.

¡Cuánto gozo escuchando embelesado
ese tímido acento apasionado
que en mi niñez oí!
Al ver de lejos la arboleda umbrosa
¡cuál recuerdo, en la tarde silenciosa,
la dicha que perdí!

Aquí al son de las aguas bullidoras,
De mi dulce niñez las dulces horas
Dichoso vi pasar,
Y aquí mil veces, al morir el día
Vine amante después de mi alegría
Dulces sueños de amor a recordar.

Ese sauce, esa fuente, esa enramada,
De una efímera gloria ya eclipsada
Mudos testigos son:
Cada árbol, cada flor, guarda una historia
De amor y placer, cuya memoria
Entristece y halaga el corazón.

Aquí está la montaña, allí está el río;
A mi vista se extiende el bosque umbrío
Donde mi dicha fue.
¡cuántas veces aquí con mis pesares
vine a exhalar de amor tristes cantares!
¡Cuánto de amor lloré!

Acá la calle solitaria; en ella
De mi paso en los céspedes la huella
El tiempo ya borró.
Allá la casa donde entrar solía
De mi padre en la dulce compañía.
¡Y hoy entro en su recinto sólo yo!

Desde esa fuente, por la vez primera,
Una hermosa mañana, la ribera
A Laura vi cruzar,
Y de aquella arboleda en la espesura,
Una tarde de mayo, con ternura
Una pálida flor me dio al pasar.

Todo era entonces para mi risueño;
Mas la dicha en la vida es sólo un sueño,
Y un sueño fue mi amor.

Cual eclipsa una nube al rey del día,
La desgracia eclipsó la dicha mía
En su primer fulgor.

Desatóse estruendoso el torbellino,
Al fin airado me arrojó el destino
De mi natal ciudad.

Así cuando es feliz entre sus flores
¡ay del nido en que canta sus amores
arroja al ruiseñor la tempestad.

Errante y sin amor siempre he vivido;
Siempre errante en las sombras del olvido...
¡Cuán desgraciado soy!
Mas la suerte conmigo es hoy piadosa;
Ha escuchado mi queja cariñosa,
Y aquí otra vez estoy.

No se, ni espero, ni ambiciono nada;
Triste suspira el alma destrozada
Sus ilusiones ya:
Mañana alumbrará la selva umbría
La luz del nuevo sol, y la alegría
¡jamás al corazón alumbrará!

Cual hoy, la tarde en que partí doliente,
Triste el sol derramaba en occidente
Su moribunda luz:
Suspiraba la brisa en la laguna
Y alumbraban los rayos de la luna
La solitaria cruz.

Tranquilo el río reflejaba al cielo,
Y una nube pasaba en blando vuelo
Cual pasa la ilusión;
Cantaba el labrador en su cabaña,
Y el eco repetía en la montaña
La misteriosa voz de la oración.

Aquí está la montaña, allí está el río...
Mas ¿dónde está mi fe? ¿Dónde, Dios mío,
Dónde mi amor está?

Volvieron al vergel brisas y flores,
Volvieron otra vez los ruiseñores...
Mi amor no volverá.

¿De qué me sirven, en mi amargo duelo,
de los bosques los lirios, y del cielo
el mágico arrebol;
el rumor de los céfiros suaves
y el armonioso canto de las aves,
si ha muerto ya de mi esperanza el sol?

Del arroyo en las márgenes umbrías
No miro ahora, como en otros días,
A Laura sonreír.
¡Ay! En vano la busco, en vano lloro;
ardiente en vano su piedad imploro:
¡jamás ha de venir!.