viernes, 9 de julio de 2010

Párvulos


de Catulo Mendes

En la extendida playa
Donde el mar ruje
O sin fragor desmaya,
Explicaba el Señor sus mandamientos
De su voz dulce a los templados sones
Refrenaban sus ímpetus los vientos
Y sus iras los duros corazones
Derramaba a los buenos la alegría,
La esperanza al infame
-"Quien con sencillo corazón decía,
Y con cariño verdadero me ame,
A mi padre verá, que esta en el cielo,
Y a mi con El, en la suprema cumbre."
Y con humilde celo
Le escuchaba la tosca muchedumbre.
Allá, en la última fila
De aquella multitud muda y tranquila
Una mujer llevaba a su diestra
A un niño pequeñuelo.
A escuchar se detuvo. De siniestra
Prematura vejes pálida muestra
Era su rostro humilde y demacrado
Espigadora, del trabajo esclava,
Sus hombros abrumaba
De paja, no de trigo, un haz pesado,
Y su materno seno
Se levantaba, de suspiros lleno.
El niño rubio, sonrosado, hermoso,
Cubierto apenas con groseros trapos
Se sonreía sin cesar, gozoso.
-¨¿Mamá, allá quién habla? -Es un profeta
-Es Un Santo Verdadero,
-Que la Divina Ley nos interpreta
-Quiero verlo más cerquita, madre mía!
Y se desliza entre la turba ansioso,
Y empuja bien para que el paso le abra;
Quiere oír al Maestro bondadoso
De la dulce palabra
Mas no se mueve el popular concurso,
Y viendo que es inútil su porfía,
Exclama al fin como último recurso:
-Levántame en tus brazos madre mía
-¡Floja y rendida estoy ­misera suerte!
No puedo sostenerte.
Del niño entonces de sus turbios ojos,
Dos la grimas anuncian los enojos
...Jesús que lo ve rompe el gentío,
Y le dice risueño,"Aqui me tienes."

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