—30 de Abril, Día del Niño en México—
Los niños vienen en tamaños, pesos y colores surtidos. Se les encuentra dondequiera: encima, debajo, dentro, trepando, corriendo, saltando. Las mamás los adoran, las niñas los odian y las hermanas y hermanos mayores los toleran; los adultos los desconocen y el cielo los protege. Un niño es la verdad con la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado, la esperanza del futuro con una rana en el bolsillo.Un niño tiene el apetito de un caballo, la digestión de un tragaespadas, la energía de una bomba atómica, la curiosidad de un gato, los pulmones de un dictador, la imaginación de Julio Verne, la timidez de una violeta y la audacia de una trampa de acero.
A un niño le encantan los dulces, las navajas, las sierras, la Navidad, los libros con láminas, el campo, el agua —en sus estados naturales—, los animales grandes y los carros de bomberos.
A un niño le desagradan las visitas, la escuela, la doctrina, los libros sin láminas, las lecciones de música, las corbatas, los peluqueros, las muchachas, los abrigos, los adultos y la hora de acostarse.
Nadie más que un niño se levanta tan temprano ni se sienta a comer tan tarde. Nadie más puede guardar en su bolsillo medio metro de cordel, un cortaplumas oxidado, una fruta mordida, caramelos, seis monedas, una honda, un trozo de sustancia desconocida y un anillo supersónico con compartimiento secreto.
Un niño es una criatura mágica. Uno puede cerrarle la puerta del cuarto donde guarda las herramientas, pero no puede cerrarle la de su corazón; puede echarlo de su estudio, pero no puede echarlo de su pensamiento. Todo poderío se rinde ante él: amo, jefe, carcelero... Pero cuando usted llega a su casa por la noche con sus esperanzas y sus ambiciones hechas pedazos, él -manojito de ruido, carita sucia- puede remediarlo todo con dos palabras mágicas: "Hola, papito".
¡Feliz día del niño!
—Maricruz García—
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