Nota: Cuando nos toco leer Platero y yo, allá en los sesentas en tercer año de primaria, mi hermano y yo, nos reíamos de lo sencillo que nos parecía entonces su contenido; pero cuando fuimos descubriendo poco a poco su contenido, su riqueza escondida en lo sencillo de cada uno de sus capítulos, lo hicimos nuestro; cambiamos de opinión. Platero y yo es un libro muy bonito, si no lo has leído, leelo te lo recomiendo.
A continuación, Platero, de Platero y Yo, de Juan Ramón Jiménez 1881 - 1958
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero? y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
—Tien’ asero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.