Gabriel Celaya
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
jueves, 19 de agosto de 2010
viernes, 13 de agosto de 2010
Reloj
Roberto Cantoral
Reloj no marques las horas
porque voy a enloquecer
ella se irá para siempre
cuando amanezca otra vez
No más nos queda esta noche
para vivir nuestro amor
y su tic tac me recuerda
mi irremediable dolor
Reloj detén tu camino
porque mi vida se apaga
ella es la estrella que alumbra mi ser
yo sin su amor no soy nada.
Detén el tiempo en tus manos
Haz de esta noche perpetua
para que nunca se vaya de mí
para que nunca amanezca.
Detén el tiempo en tus manos
Haz de esta noche perpetua
para que nunca se vaya de mí
para que nunca amanezca.
Reloj detén tu camino
porque mi vida se apaga
ella es la estrella que alumbra mi ser
yo sin su amor no soy nada.
Reloj no marques las horas
porque voy a enloquecer
ella se irá para siempre
cuando amanezca otra vez
No más nos queda esta noche
para vivir nuestro amor
y su tic tac me recuerda
mi irremediable dolor
Reloj detén tu camino
porque mi vida se apaga
ella es la estrella que alumbra mi ser
yo sin su amor no soy nada.
Detén el tiempo en tus manos
Haz de esta noche perpetua
para que nunca se vaya de mí
para que nunca amanezca.
Detén el tiempo en tus manos
Haz de esta noche perpetua
para que nunca se vaya de mí
para que nunca amanezca.
Reloj detén tu camino
porque mi vida se apaga
ella es la estrella que alumbra mi ser
yo sin su amor no soy nada.
martes, 10 de agosto de 2010
Alegoría del Cohete
Francisco de Quevedo y Villegas
No digas, cuando vieres alto el vuelo
del cohete, en la pólvora animado,
que va derecho al cielo encaminado,
pues no siempre quien sube llega al cielo.
Festivo rayo que nació del suelo,
en popular aplauso confiado,
disimula el azufre aprisionado;
traza es la cuerda, y es rebozo el velo.
Si le vieres en alto radïante,
que con el firmamento y sus centellas
equivoca su sitio y su semblante,
¡oh, no le cuentes tú por una dellas!
Mira que hay fuego artificial farsante,
que es humo y representa las estrellas.
No digas, cuando vieres alto el vuelo
del cohete, en la pólvora animado,
que va derecho al cielo encaminado,
pues no siempre quien sube llega al cielo.
Festivo rayo que nació del suelo,
en popular aplauso confiado,
disimula el azufre aprisionado;
traza es la cuerda, y es rebozo el velo.
Si le vieres en alto radïante,
que con el firmamento y sus centellas
equivoca su sitio y su semblante,
¡oh, no le cuentes tú por una dellas!
Mira que hay fuego artificial farsante,
que es humo y representa las estrellas.
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