miércoles, 30 de enero de 2013

El Día Más Feliz

Después de haberme dado cuenta que toda la noche había llovido; desperté, y comprendí que algo había allá afuera, la lluvia ya se había ido y el día se veía diferente, una nube en blando vuelo dejaba caer apenas una misteriosa y ligera brisa y el paisaje se veía bastante hermoso.

Corrí cuesta arriba dejándome llevar por ese encanto y el momento seguía; a mi vista todo me llevaba a presagiar un día fabuloso; augurio certero porque así fue.

Al día siguiente al salir de la cama, lo primero que hice, fue asomarme por la ventana esperando ver otra vez aquella mañana —parecía que ahí estaba— salí para experimentar una vez más de ese regalo. Y aunque todavía había nubes con sus ligeras brisas; el sol rayaba en el horizonte, y los pajarillos cantaban armoniosamene. Algo faltaba, no era como la mañana que había vivido el día anterior.

Recurrentemente desperté buscando esos momentos de «aquella mañana». Me pareció tan solo un sueño irrepetible. Pasaron los años y me hice a la idea que ese día ya nunca me iba a volver a despertar; viví la mayor parte de mi vida esperando a amanecer a esa mañana y a ese día.

Nunca volvió.

Me aferré a un imposible —atarme a lo que fue la mañana de un día— sin darme cuenta... que cada día viene con su propio encanto.

—Leopoldo Espinosa—

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