martes, 14 de junio de 2011

El Martín Pescador



Sobre el remanso azul, agudo acecha
Desde un lánguido gajo del sauzal,
En inminente inclinación de flecha,
La lentitud profunda del caudal.

Oro de sol en la corriente boya...
Y destellando un súbito arrebol,
Identifica el pájaro en su joya,
Sauce verde, agua azul, y oro de sol...

Leopoldo Lugones, argentino (1874 – 1938)

miércoles, 8 de junio de 2011

El Largo Viaje


Un fragmento de «El largo viaje» de Jorge Semprún (Madrid, 10 de diciembre de 1923 - París, 7 de junio de 2011)

«Este hacinamiento de cuerpos en el vagón, este punzante dolor en la rodilla derecha. Días, noches. Hago un esfuerzo e intento contar los días, contar las noches. Tal vez esto me ayude a ver claro. Cuatro días, cinco noches. Pero habré contado mal, o es que hay días que se han convertido en noches. Me sobran noches; noches de saldo. Una mañana, claro está, fue una mañana cuando comenzó este viaje. Aquel día entero. Después, una noche. Levanto el dedo pulgar en la penumbra del vagón. Mi pulgar por aquella noche. Otra jornada después. Aún seguíamos en Francia y el tren apenas se movió. En ocasiones, oíamos las voces de los ferroviarios, por encima del ruido de botas de los centinelas. Olvídate de aquel día, fue una desesperación. Otra noche. Yergo en la penumbra un segundo dedo. Tercer día. Otra noche. Tres dedos de mi mano izquierda. Y el día en que estamos. Cuatro días, pues, y tres noches. Avanzamos hacia la cuarta noche, el quinto día. Hacia la quinta noche, el sexto día. Pero ¿avanzamos nosotros? Estamos inmóviles, hacinados unos encima de otros, la noche es quien avanza, la cuarta noche, hacia nuestros inmóviles cadáveres futuros. Me asalta una risotada: va a ser la Noche de los Búlgaros, de verdad. –No te canses –dice el chico. En el torbellino de la subida, en Compiègne, bajo los golpes y los gritos, cayó a mi lado. Parece no haber hecho otra cosa en su vida, viajar con otros ciento diecinueve tipos en un vagón de mercancías cerrado con candados. «La ventana», dijo brevemente. En tres zancadas y otros tantos codazos, nos abrió paso hasta una de las aberturas, atrancada con alambre de púas. «Respirar es lo más importante, entiendes, poder respirar». (…) Pero he aquí el valle del Mosela. Cierro los ojos y saboreo esta oscuridad que me invade, esta certeza del valle del Mosela, fuera, bajo la nieve. Esta certeza deslumbrante de matices grises, los altos abetos, los pueblos rozagantes, las serenas humaredas bajo el cielo invernal. Procuro mantener los ojos cerrados, el mayor tiempo posible. El tren rueda despacio, con un monótono ruido de ejes. Silba, de repente. Ha debido desgarrar el paisaje de invierno, como ha desgarrado mi corazón. Deprisa, abro los ojos, para sorprender el paisaje, para cogerlo desprevenido. Ahí está. Está, simplemente, no tiene otra cosa que hacer. Podría morirme ahora, de pie en el vagón atiborrado de futuros cadáveres, él seguiría ahí. El valle del Mosela estaría ahí, ante mi mirada muerta, suntuosamente hermoso como un Breughel de invierno. Podríamos morir todos, yo mismo y este chico de Semur-en-Auxois, y el viejo que aullaba hace un rato sin parar, sus vecinos han debido derribarle, ya no se le oye, él seguiría ahí, ante nuestras miradas muertas. Cierro los ojos, los abro. Mi vida no es más que este parpadeo que me descubre el valle del Mosela. Mi vida se me ha escapado, se cierne sobre este valle de invierno, es este valle dulce y tibio en el frío del invierno».

Jorge Semprún

«Cuando ya todo te ha ocurrido; ya nada puede sucederte»

miércoles, 1 de junio de 2011

Suzanne


Nota: Muy bonita canción, Suzanne, de Leonard Cohen, muy bien se merece —en mi opinión— tan solo por esta canción el premio, Príncipe de Asturias.

Suzanne te lleva abajo
hacia su lugar cerca del río.
Puedes oír las barcas pasar.
Puedes pasar la noche junto a ella.
Y sabes que está medio loca;
pero por eso mismo quieres estar allá.
Y te alimenta con té y naranjas
que vinieron desde China.
Y justo cuando tratas de decirle
que no tienes amor para darle,
te introduce en su longitud de onda
y deja que el río conteste,
que siempre has sido su amante.

Y quieres viajar con ella,
Y quieres viajas a ciegas,
Y sabes que confiará en ti
porque has tocado su cuerpo perfecto
con tu forma de pensar.

Y Jesús era un navegante
cuando caminaba sobre las aguas.
Y pasó largo tiempo observando
desde su solitaria torre de madera.
Y cuando supo al fin con certeza
que solo los que se ahogaban podían verle
Dijo: "Todos los hombres serán navegantes
hasta que el mar los libere."
Pero el mismo estaba roto
mucho antes de que el cielo se abriera
Rendido, casi humano
se hundió entre tu sabiduría como una piedra.

Y quieres viajar con él,
y quieres viajar a ciegas;
Y sabes que podrás confiar en él
porque ha tocado tu cuerpo perfecto
con su forma de pensar.

Ahora Suzanne te toma de la mano,
Y te conduce hacia el río.
Lleva pieles y harapos
de los almacenes del Ejercito de Salvación.
Y el sol cae como la miel
sobre nuestra dama de la bahía.
Y te muestra dónde has de mirar
de entre la basura y las flores.
Hay héroes entre las algas
Hay niños en la mañana
que tienden hacia el amor
y lo harán así por siempre
mientras Suzanne sostenga el espejo.

Y quieres viajar con ella.
Y quieres viajar a ciegas.
Y sabes que puedes confiar en ella;
porque ha tocado tu cuerpo perfecto
con su forma de pensar.


Leonard Cohen, nacido en 1934, canadiense