La imperfección solo se lamenta de lo que es imperfecto.
Cuanto más perfectos somos, más benévolos y tolerantes somos con los defectos ajenos.
Nunca digas a otros lo que desdeñosamente se ha dicho de ellos.
Guardar silencio, sufrir, no juzgar a nadie sin real necesidad, y escuchar la voz de Dios dentro de nosotros sera una continua plegaria y un sacrificio del YO.
Dios permanece en nosotros aun cuando rechazamos su bondad.
Nuestro principal cuidado, cuando culpamos a cualquiera, debe estar en perdonar todo lo posible a aquel en quien se encuentra la falta.
Jamas digas una palabra mortificante a tu prójimo.