miércoles, 29 de febrero de 2012

La Guerra de los Niños


He tenido un sueño
Que ha sido el más bonito
Que soñé a lo largo de mi vida
Vi que todo el mundo
Vivía preocupado tratando
De encontrar una salida
Cuando en mi puerta alguien llamó
Sin que yo la abriese apareció
Era toda luz de sueño
Con la forma de un pequeño
Que con alegría me cantó

Lá, lá, lá, lá....


Tenía en la inociencia la sabiduría
De la simplicidad y me decía
Que es más fuerte
Todo cuando todos cantan
La misma canción con alegría
Y que yo debía enseñar
Y que todos debían cantar
Que cuando canta el corazón
Su rezo en forma de canción
Llega como música hasta Dios

Lá, lá, lá, lá...



Y seguí cantando mi pequeño himno
Cuando escuché que alguien cantaba
Vi mi esperanza en la voz de un niño
Que también feliz me acompañaba
Otros que jugaban más allá
Venían para unir su voz también
Y cada vez crecía más aquél ejército de paz
Donde desfilaban más de cien

Lá, lá, lá, lá..



De todos los lugares llegaban a millares
Y en poco tiempo eran millones
Invadiendo calles, campos y ciudades
Llevando amor a todos los rincones
Y en respuesta el cielo se alegró
Y una luz inmensa apareció
Doblaron las campanas
Se abrieron las ventanas
La paz tan esperada al fin llegó
Enemigos se abrazaron
Y juntos festejaron
La fuerza del amor la paz y Dios

Lá, lá, lá, lá ...

Monólogo del Sin Techo


HOMBRE:

(Con una moneda en la mano.) ¡Espere! ¡Acaba de tirarme una moneda de dos pesos! ¡Usted, sí, espere! (Pausa.) ¿Qué ha querido decirme? ¿O qué se ha dicho a sí mismo?

Ah, no me vio a mí sino a mi fantasma, y para un fantasma dos pesos son mucho. (Pausa.) ¿Está asombrado? Al menos escucha… Y más le vale. (Pausa.) Tome conciencia: ¡Me ha dado una moneda de dos pesos! No es de un peso… tampoco es de cinco o de diez. Si me la hubiera dado un niño… Si un niño me hubiera dado dos pesos yo estaría agradecido. Es más: Estaría conmovido. (Pausa.) Pero los dos céntimos me los ha dado Usted con chaqueta, gafas al aire, reloj de oro con cronómetro… (Pausa.)

Ah, no me vio a mí sino a mi sombra, y para una sombra dos pesos son mucho. ¿Qué sabe Usted de mí para despreciarme? ¡Para insultarme! ¡Dos pesos! Póngase en mi lugar. ¿Qué hago? ¿Los escupo, los mastico? ¿Los pisoteo, los tiro a su cara? ¿Qué habría hecho Usted? (Pausa.)

Ah, no me vio a mí sino a mi destello y para un destello dos pesos son mucho. ¡No me diga algo! ¡No he terminado! Vaya, está asombrado… ¿Qué le asombra más? ¿Mi vocabulario o mi dignidad? ¡Qué sabe Usted de mí! Qué sabe de quién era, de por qué terminé aquí o elegí terminar aquí… ¡No se lo diré! No lo merece. Las acciones no se borran con palabras. (Pausa.)

Ah, no me vio a mí sino a un sin techo más, y para un sin techo dos pesos son mucho. No vio al ser humano. ¡Siga callado! ¡Y saque la mano del bolsillo! ¡No se le ocurra darme más dinero! Sólo soy fantasma, sombra, destello… sin techo. ¡Me quedo sus dos pesos! ¡Usted no los merece! Y de todos modos Usted se los lleva en su conciencia. ¿O no se los lleva? ¡Sí! ¡Su conciencia ha ganado dos pesos! ¡Qué se le reproduzcan! (Gira y se aleja mientras se guarda la moneda.) 


—Francisco Garzón Céspedes—

Momentos de Oscuridad


Señor Jesucristo, de la oscuridad de la muerte hiciste surgir la luz. En el abismo de la soledad más profunda habita, de ahora en adelante y para siempre, la protección poderosa de tu amor; desde el rincón oscuro ya podemos cantar el aleluya de los que se salvan.

Concédenos la humilde simplicidad de la fe, que no se desvanece cuando nos acosas en las horas de oscuridad y abandono, cuando todo se torna problematico.

Concédenos en este tiempo en que, en rededor de uno se traba una lucha mortal, la luz suficiente para no perderte de vista; suficiente luz para poder entregarla a los que de ella necesitan más que nosotros. Haz brillar sobre nosotros el misterio de tu alegría pascual como aurora de la mañana.

Concédenos ser personas pascuales en medio del sábado santo de historia.

Concédenos que, a través de los días luminosos y oscuros del tiempo en que vivimos, podamos siempre con ánimo alegre, caminar hacia la gloria futura.

Amén

Ignacio Larrañaga

De la Verdadera y Perfecta Alegría


El mismo fray Leonardo refirió allí mismo que cierto día el bienaventurado Francisco, en Santa María, llamó a fray León y le dijo:

– «Hermano León, escribe.»

El cual respondió:

– «Heme aquí preparado.»

– «Escribe –dijo– cuál es la verdadera alegría.

Viene un mensajero y dice que todos los maestros de París han ingresado en la Orden. Escribe: No es la verdadera alegría.

Y que también, todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; y que también, el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe: No es la verdadera alegría.

También, que mis frailes se fueron a los infieles y los convirtieron a todos a la fe; también, que tengo tanta gracia de Dios que sano a los enfermos y hago muchos milagros: Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría.

Pero ¿cuál es la verdadera alegría?

Vuelvo de Perusa y en una noche profunda llegó acá, y es el tiempo de un invierno de lodos y tan frío, que se forman canelones del agua fría congelada en las extremidades de la túnica, y hieren continuamente las piernas, y mana sangre de tales heridas.

Y todo envuelto en lodo y frío y hielo, llego a la puerta, y, después de haber golpeado y llamado por largo tiempo, viene el hermano y pregunta: ¿Quién es? Yo respondo: El hermano Francisco.

Y él dice: Vete; no es hora decente de andar de camino; no entrarás.

E insistiendo yo de nuevo, me responde: Vete, tú eres un simple y un ignorante; ya no vienes con nosotros; nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos.

Y yo de nuevo estoy de pie en la puerta y digo: Por amor de Dios recogedme esta noche.

Y él responde: No lo haré.

Vete al lugar de los Crucíferos y pide allí.

Te digo que si hubiere tenido paciencia y no me hubiere alterado, que en esto está la verdadera alegría y la verdadera virtud y la salvación del alma.

San Francisco de Asis